Storytelling, un término que ha cobrado mucha fuerza a la hora de crear estrategias de contenido en todos los canales que ahora podemos ver, y, aunque su aporte es innegable, su esencia se ha desvanecido poco a poco a la fuerza y se ha desestimado lo que al final es lo más importante en este ejercicio, el público objetivo.
Una buena historia tiene como componentes principales enamorar y emocionar, logra mantener conectados a quienes nos siguen, pero sobre todo genera recordación y eleva la reputación de cada marca. Sin embargo, es relevante hacer un llamado a que se deje de forzar este formato y cualquier otro y empezar a trabajar en mostrar lo que mejor sabemos hacer.
Con esto no queremos decir que ya no se haga uso del storytelling, sino que encontremos la manera correcta de aplicarlo y desarrollarlo, logrando contar una historia acertada en un solo formato, mejorando las capacidades de impacto y no generar varias publicaciones en diferentes canales que, al final del día se convertirán en algo más del montón.
Para lograr hacerlo de la mejor forma, debemos dejar de lado el afán de “contar historias”, antes de hacer esto debemos conocer a nuestro público objetivo, saber todo de él, cuáles son sus necesidades, qué piensan, por qué lo hacen, cómo actúan, en definitiva, entender cuándo es el momento adecuado y cuál será el mensaje correcto.
Conociendo esto, es mucho más sencillo crear un storytelling, que genere todas estas emociones y sensaciones que estamos buscando, fortaleciendo cada vez más la reputación de la marca. El punto clave es tener claro que se debe trabajar por la satisfacción de las necesidades de los clientes por medio de nuestros productos/servicios, generando historias que cautiven y encuentren el amplificador adecuado, dejemos una huella, un #EfectoBoomerang.