En el reino de Mercadeo hay innumerables frentes de acción, todos deben ser cuidadosamente articulados, tienen un ritmo, unas interrelaciones y unas cadencias que se tienen que orquestar cuidadosamente para lograr el fin último: Aumentar las ventas en forma rentable.
Escuchar a los clientes, entender el mercado, definir la estrategia del negocio, trabajar en alianza con otras áreas para crear un producto o servicio, definir el precio, encontrar el canal adecuado para vender, discernir entre un vasto océano de números e información algo de conocimiento, fidelizar a los clientes o tratar de evitar que deserten, asegurarse de que el servicio a los clientes esté alineado con la estrategia y que los cálculos en Excel no estén demasiado lejos de los números de la realidad. Nada de esto es suficiente.
Si un árbol se cae en la mitad del bosque y no hay nadie que lo escuche, no suena.
El último eslabón, el que amarra todo lo que hace Mercadeo, el elemento en el que hay algo de ciencia, pero también algo de inspiración, esa pieza en la que lo intangible valoriza los productos y servicios, en el que se da la magia y en el cual se crea un soplo de vida para todo lo demás: La Estrategia de Comunicaciones.
- ¿Qué digo de mi producto o de mi servicio?
- ¿Qué historia funciona?
- ¿Cómo digo las verdades de mi producto o servicio y emociono al mismo tiempo?
- ¿A quién?
- ¿En qué tono?
- ¿Cuándo?
- ¿Cada cuánto?
- ¿Por dónde?
- ¿Alguien más lo puede decir por mí?
- ¿Y a los empleados?
- ¿Y cómo lo mido si es tan difícil?
De todas las aristas de la función de Mercadeo, La Estrategia de Comunicaciones es la más difícil, la más compleja de cuantificar, la más subjetiva, la que reta con mayor fuerza la creatividad, la que debe ser más flexible. Parecer ser la más blanda y a veces, es juzgada como tal, pero es la que más reta al ingenio.
Dedícale siempre tiempo, profundidad y los recursos que se merece.
Guido Sacconi | Co-Fundador 500 mg
